De todas las cosas que más
detesto, el esperar encabeza la lista. Odio esperar. Esperar en las filas del
supermercado, esperar a que en la fonda de doña tere me sirvan el guisado, de hecho, esperar en cualquier fila es odioso. Esperar el fin de
semana para irse de fiesta, aunque, en este caso la espera no es tan necesaria
si seguimos el dicho de cierto personaje volador: “cualquier día puede ser fin
de semana”. Esperar la quincena para comprar aquellos rollos de canela que
tanto me gustan y que además, son artesanales y, que además, son muy caros.
Esperar tu presencia en la rutina de mi vida. Esperar ser amado sin reproches. Esperar que el amor se explique con palabras que pueda entender. Esperar mi tranquilidad. Odio esperar.
No estoy listo. Sufro. Me duele.
No estoy listo. Sufro. Me duele.